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Regresé a California

  • Writer: Elián Zidán
    Elián Zidán
  • Oct 5
  • 2 min read

Por: Elián Zidán

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Han pasado varios meses desde que estuve en California recorriendo varias ciudades y conociendo de cerca las necesidades de muchos hispanos. Desafortunadamente, con el paso del tiempo la situación solo ha empeorado: las carencias se profundizaron, el miedo aumentó y el estrés postraumático comenzó a manifestarse.


Lo que ocurre en este estado es apenas una muestra de lo que tantas familias viven en distintas partes del país. Esto ya no es solamente un tema migratorio, sino también económico, psicológico y social. Durante mi recorrido por el “estado dorado” presentamos varias historias que retrataban esta realidad, narradas por sus protagonistas en primera persona.


Hubo un caso que me tocó particularmente: el de José, un joven de 15 años que hoy vive con un enorme estrés tras el arresto de su madre mientras vendía tamales. Ella terminó en el hospital luego de sufrir un infarto. Ese episodio me hizo entender que la atención también debe estar puesta en la salud mental de los menores, que están viendo y viviendo situaciones que los marcarán de por vida.


En lo económico, también fue desolador escuchar a comerciantes decir que hay días en los que regresan a casa sin haber vendido nada, porque sus clientes tienen miedo de salir a la calle. 


Pero lo que más me sorprendió fue la reacción de ciertas personas al ver estas historias publicadas en redes sociales. Me impresionó la poca caridad humana con la que algunos se conducen. Es terrible leer comentarios llenos de odio que, más allá de ofenderme a mí, hieren a quienes están viviendo el drama en carne propia.


Creo que este es un buen momento para hacer un examen de conciencia y evaluar cómo nos expresamos en las redes sociales. Una palabra cruel, un comentario hiriente, puede seguir alimentando la hoguera del odio y el prejuicio.


Afortunadamente, también encontré historias que me devolvieron la esperanza. Como la de un joven mexicoamericano que, a través de su trabajo en redes sociales, honró el esfuerzo de sus padres devolviéndoles el hogar que habían perdido. 


Lo que vi en California no es excluyente. Fue muy parecido a lo que vi en La Villita, en Chicago. Historias y realidades paralelas, separadas por la distancia, pero golpeadas por los mismos miedos y por la misma falta de certezas.


Detrás de cada cifra, de cada titular y de cada redada, hay seres humanos con miedos, con sueños propios y de sus familias. La adversidad no debería definirnos, pero sí puede unirnos si decidimos no olvidar lo esencial: la empatía. Porque al final, lo que más necesita este mundo es humanidad por el prójimo.

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© Elian Zidan

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