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Desplome Fatal

  • Writer: Elián Zidán
    Elián Zidán
  • Apr 13
  • 3 min read

Por: Elián Zidán



Hay coberturas para las que uno nunca está preparado. Hay imágenes que se quedan aunque cierres los ojos. Esta fue una de esas veces.


Lo que se suponía iba a ser una noche de alegría en el tradicional "lunes del Jet Set" terminó convertida en una escena de horror; más de 220 muertos, decenas de heridos, familias enteras desaparecidas. Una tragedia que marcará para siempre a la República Dominicana.


Desde que llegué a las afueras de la discoteca, lo supe; esto no era una emergencia más. Vi a decenas de personas trabajando sin descanso, removiendo escombros, buscando vida donde ya casi no quedaba esperanza. El silencio era sepulcral, interrumpido solo por las sirenas y los sollozos. Por la puerta principal no salía música, ni alegría, sino camillas con cuerpos cubiertos con sábanas blancas.


Me estremeció la escena, pero más aún los rostros de quienes esperaban noticias. Familias completas en vilo, aferradas a la fé. Felicita, sentada en una silla plástica, bajo una carpa improvisada, con la mirada perdida, me dijo algo que no olvidaré jamás: “Yo amo a mi hija… que me la entreguen, con una pierna partida o como sea, pero que esté viva”. El dolor en sus ojos me dejó sin palabras.


Esa noche, la vida y la muerte se cruzaron por azares que aún duelen. Rubby Pérez no debía cantar ese lunes. Cambió la fecha para estar junto a su pareja en Estados Unidos. La hija del merenguero, por una recuperación quirúrgica, no se acercó al micrófono como acostumbraba. Ese gesto, tan pequeño, le salvó la vida.


Carwin Molleja, percusionista venezolano, había tocado muchas veces en ese escenario, pero esa noche fue como público, para acompañar a su madre. Ambos vivieron para contarlo.


Bryan, un comerciante de Luisiana, llegó por error al Jet Set. Se equivocó de dirección. Mientras cargaba su celular en la barra, notó polvo y fragmentos cayendo del techo que eran barridos por los empleados. Y dijo: "Si esto se cae aquí me salvo porque esta viga me protege". Cuando su teléfono volvió a funcionar, se fue. Minutos después, ocurrió la tragedia.


Y mientras todo eso pasaba, los héroes sin capa aparecían: médicos con cascos de bombero, psicólogos consolando víctimas, voluntarios repartiendo comida y agua.


Uno de estos héroes es Rafael Rosario, un joven que trabajaba como escolta y al darse cuenta de lo sucedido, no dudó en arriesgar su vida para salvar la de otros. 12 personas hoy respiran gracias a su valentina y heroica acción.


Ahora vendrá la investigación, y con ella la urgencia de respuestas. No hay explicación alguna que consuele a quienes perdieron tanto, pero sí debe haber consecuencias. Porque esto no puede repetirse. Porque la vida no tiene precio y aquí  lo hemos visto, es tan frágil como la porcelana.


Esta tragedia no distinguió clases sociales, ni nacionalidades. Aquí murieron seres humanos que eran clientes frecuentes, trabajadores, empresarios, artistas, y turistas.


Si hoy estás leyendo esto, si puedes abrazar a alguien que amas, hazlo. Porque nadie tiene la vida garantizada. Porque en un segundo, todo puede cambiar.


Yo regreso a casa. Pero me llevo en el pensamiento a las más de 220 almas que no volverán y a sus familias. Esta ha sido, sin duda, una de las coberturas más difíciles de mi carrera, porque vi vidas rotas, sueños enterrados bajo los escombros y una ausencia de respuestas que duele más que el propio silencio. Me voy con el corazón apretado, pero con la convicción de que contar estas historias también es una forma de justicia. Porque quienes murieron no son cifras, y su muerte no puede resumirse en eso. Son nombres, rostros, historias que merecen ser honradas y recordadas.

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© Elian Zidan

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