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El apagón

  • Writer: Elián Zidán
    Elián Zidán
  • May 4
  • 2 min read

Por: Elián Zidan


Lo ocurrido en España, Portugal y el sur de Francia no fue simplemente un corte de luz. Fue una sacudida. Un recordatorio brutal de lo frágil que puede ser la infraestructura que sostiene nuestra vida moderna. En cuestión de segundos, tres países europeos quedaron prácticamente desconectados del mundo.


Aeropuertos paralizados, trenes detenidos en medio de la nada, escuelas cerradas, semáforos apagados, comunicaciones colapsadas, y en medio del caos, sólo los viejos transistores funcionaban. Parecía una película apocalíptica, pero no; era el sur de Europa, en pleno 2025.


Algunas hipótesis apuntan a una súbita fluctuación en la frecuencia de la red eléctrica. Otras, al efecto dominó provocado por una red demasiado dependiente de fuentes renovables, pero sin suficiente respaldo estable. Y también está (por supuesto) lo que se habla en redes; la posibilidad de un ciberataque. Pero mientras se buscan culpables o causas técnicas, lo cierto es que, por horas, la península ibérica quedó aislada.


Y aquí es donde uno se pregunta: ¿qué tan preparados estamos?


Porque esta vez fue Europa (con toda su tecnología, su desarrollo, sus recursos) la que se apagó. No hablamos de un vecindario sin luz, sino de una región entera desconectada. De hospitales que debieron operar con generadores de emergencia, de pueblos incomunicados y de ciudades vulnerables por completo.


En América Latina, que “se vaya la luz” es parte del paisaje cotidiano. Pero cuando ocurre en Europa, el impacto adquiere otra dimensión. Se convierte en noticia global, se analiza como un desastre sin precedentes. Porque allá, estas cosas “no deberían pasar”.


El apagón fue una advertencia sobre nuestra dependencia extrema de la electricidad. Sobre lo poco que podemos hacer sin energía, sin conexión, sin red. Vivimos en un mundo interconectado que no funciona sin electricidad y, al parecer, tampoco tiene un plan real para cuando ésta falta.


Este evento debería hacernos replantear nuestra realidad. Fortalecer nuestras redes, diversificar nuestras fuentes de generación, y sobre todo, diseñar planes de contingencia que vayan más allá del “ojalá no pase otra vez”.


Porque si no aprendemos esta lección, el próximo apagón podría ser más oscuro de lo que imaginamos.

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© Elian Zidan

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