LO QUE VI: CALIFORNIA
- Elián Zidán
- Apr 6
- 3 min read
Por: Elián Zidán

Al llegar a California, uno no puede evitar sentirse abrumado por la riqueza de su historia y la diversidad de su gente. Esta tierra, que ha sido hogar de nativos americanos, colonizadores españoles y migrantes de todo el mundo, es un reflejo del constante cambio demográfico que define a Estados Unidos. Sin embargo, bajo la superficie de su aparente prosperidad, se esconden realidades que no se pueden ignorar.
Iniciar nuestra ruta de llevar el noticiero a la calle en este estado no fue una decisión casual. Aquí, en el corazón agrícola del país, la mano de obra migrante enfrenta una amenaza silenciosa pero devastadora: el miedo. Un miedo alimentado por una retórica oficial que, lejos de unir, divide y estigmatiza.
Nuestra primera parada fue en Fresno, el alma agrícola de California. En medio de campos que deberían estar llenos de vida y actividad, encontramos un panorama desolador.
Trabajadores que, por temor a ser arrestados y deportados, han optado por no presentarse a los cultivos. Esta ausencia no solo afecta a la economía local, sino que tiene repercusiones que trascienden fronteras. Los productos que estos trabajadores cosechan llegan a mesas de todo el mundo, y las remesas que envían sostienen economías enteras en sus países de origen.
Conocí a Noel, mayordomo en un campo de almendras. Me dijo cómo sus trabajadores ganan alrededor de 600 dólares a la semana por 40 horas de arduo trabajo. De ese monto, apenas les quedan 100 dólares para subsistir durante todo el mes; el resto se destina a remesas y al pago de un cuarto.
Pero el impacto de esta retórica no se limita a los campos. A una hora y media de Fresno, en las montañas cubiertas por una tormenta de nieve, conocimos a Noé, originario de Guerrero, México.
Durante 18 años trabajó en los parques nacionales hasta que, el pasado 14 de febrero, recibió una carta de despido. La razón: no cumplir con las "calificaciones necesarias" para un oficio al que había dedicado casi dos décadas. Aunque posteriormente fue recontratado, la herida permanece. "Es injusto", nos dijo, "porque alguien, sin conocerme ni conocer mi trabajo, tomó una decisión que afectó mi vida y la de mi familia".
En Los Ángeles, la situación no es menos alarmante. Visitamos Altadena, una comunidad aún recuperándose del incendio Eton que la devastó a principios de año. Noventa días después, el dolor sigue latente. Entre cenizas y escombros, familias enteras buscan reconstruir lo perdido, muchas veces sin recursos ni apoyo suficiente.
Sin embargo, en medio de la tragedia, emergen historias que reafirman la resiliencia humana. Conocimos a César, un jornalero mexicano que, desde las 4 de la mañana, dedica su día a ayudar a las víctimas del incendio en labores de limpieza, sin esperar nada a cambio. Su solidaridad es un recordatorio de que, incluso en los momentos más oscuros, la humanidad puede brillar con fuerza.
Pero el miedo no solo afecta a los trabajadores. En Los Ángeles, una ciudad santuario, los pequeños negocios sienten el golpe de una economía paralizada por la incertidumbre. Comerciantes en los llamados "callejones" nos relataron cómo las ventas han caído entre un 50% y un 70% desde que el presidente Donald Trump regresó a la Casa Blanca. La gente teme salir, y ese temor se traduce en estanterías llenas y cajas registradoras vacías.
California es un espejo de las contradicciones de nuestra sociedad. Es un estado de oportunidades y sueños, pero también de desafíos y desigualdades. Lo que vi en mi recorrido es una comunidad que lucha por mantenerse a flote en medio de una tormenta de políticas y retóricas que amenazan con hundirla.
Excelente trabajo..pero un relato doloroso de lo que está viviendo esa gente