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Racismo aprobado

  • Writer: Elián Zidán
    Elián Zidán
  • Mar 16
  • 3 min read

Por: Elián Zidán


El racismo despertó con fuerza tras cuatro años de aparente letargo. La xenofobia, la intolerancia y el desprecio hacia quienes no encajan en el “perfil” ya no se esconden; ahora desfilan sin miedo, avalados por una narrativa que los alimenta y justifica.


Que en Estados Unidos exista el racismo no es novedad. Está impreso en su historia, desde la invasión y despojo de los nativos americanos hasta la esclavitud y la segregación racial que marcaron los siglos pasados. Pero lo verdaderamente alarmante es cómo, en pleno 2025, ese odio que creíamos superado ha encontrado un nuevo aire, una nueva legitimidad.


En las últimas semanas, me ha tocado presentar en el noticiero distintos actos de racismo, algunos tan burdos que parecen sacados de otra época. Pero no, son de hoy, de esta realidad.


El problema no es que un país busque reforzar su seguridad fronteriza o exija el cumplimiento de sus leyes. Eso es su derecho y debe procurar el orden. El problema es cuando la narrativa política deja de ser sobre este tema para convertirse en un mensaje de deshumanización. Porque cuando se le quita el rostro, la dignidad, la esencia y la historia a un grupo de personas, cuando se les reduce a "el problema", "los criminales" o "los ilegales", es solo cuestión de tiempo para que la violencia y el desprecio sean vistos como algo normal.


Discriminar abiertamente a alguien por su raza u origen, en el pasado, probablemente se pensaba dos veces. Hoy, parece que ya no importa, porque no hay consecuencias. Porque quienes deberían alzar la voz miran hacia otro lado.


Un caso en particular me dejó pensando. Revisando la información del noticiero, me encontré con la historia de Ricardo, un mesero latino en un restaurante mexicano en Ohio. El día transcurría con normalidad hasta que recogió la cuenta de una mesa y vio, en lugar de propina, un mensaje que decía: "Cero propina… apestas. Espero que Trump te deporte".


El caso se hizo viral y los usuarios en redes sociales identificaron a la autora del mensaje; una agente inmobiliaria de Century 21. La presión fue tal que la empresa terminó desvinculándola. Pero más allá del desenlace, lo impactante es el atrevimiento y la naturalidad con la que alguien puede despreciar abiertamente a otro ser humano.


Y ese no fue el único caso. En Arizona, un padre mexicano y su hijo iban en su camioneta cuando, tras un incidente menor con otro vehículo, el conductor bajó la ventanilla y, entre insultos, les gritó: "¡Vuelvan a México, 'beaners' (frijoleros)! Espero que todos ustedes mueran".


¿De verdad un simple conflicto en la carretera justifica desearle la muerte a alguien?


Hablé con Marcos, el hijo del conductor agredido. Me dijo que sintió miedo y coraje, y ¿cómo no? Cuando el odio se convierte en parte del paisaje, el miedo se vuelve un compañero diario.


Las palabras importan, ya sea cuando las dice un ciudadano común o, sobre todo, cuando las dice un líder. La retórica política no es solo discurso; es la chispa que puede encender lo peor de una sociedad.


No se trata de defender a quien ingresa a un país de manera ilegal ni de restarle importancia a la seguridad nacional. Se trata de algo más grande, más peligroso; el racismo que, en su versión más burda y cruel, usa la política como excusa para salir a la superficie sin pudor ni freno.


¿Un ser humano nace racista o aprende a serlo? ¿Qué pasa en la mente y en el corazón de alguien para que su reacción inmediata ante el enojo o la frustración sea desearle la muerte a otro por su raza, religión u origen?


El racismo no es un instinto, es una enseñanza. Y lo más aterrador es que no se hereda en los genes, sino en las palabras, en las miradas, en los actos, y en los silencios cómplices. Si no hacemos algo, si seguimos permitiendo que pase de largo, nos arriesgamos a que lo que hoy es indignante, mañana sea solo parte de la normalidad. Y entonces, quizá, será demasiado tarde para sorprendernos.

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© Elian Zidan

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