¿Y los aranceles?
- Elián Zidán
- Mar 9
- 3 min read
Por: Elián Zidán

Que sí, que no, que siempre sí, pero que en un mes. Así de volátil ha sido la postura de Estados Unidos respecto a los aranceles. Como si se tratara de una pelea de primaria donde, después de algunos empujones, todo se resuelve intercambiando el lunch.
La imposición de aranceles por parte de Estados Unidos ha sido recibida de manera muy distinta por México y Canadá. Al más puro estilo de Game of Thrones, el norte respondió con firmeza con un primer ministro contundente y comerciantes indignados eliminando cualquier rastro de su vecino en las estanterías. El sur, en cambio, optó por la paciencia y estrategia dignas de Kalimán, una postura que, paradójicamente, terminó siendo mejor recibida en la Casa Blanca.
Mientras tanto, la incertidumbre golpea directamente a los consumidores. Las familias que apenas llegan a fin de mes se enfrentan a un panorama cada vez más incierto, donde lo único claro es que todo sigue y seguirá subiendo de precio.
Esta guerra arancelaria parece innecesaria en un bloque económico sólido que apenas unos años atrás renovó su tratado comercial con la firma de todas las partes, incluido el actual presidente de Estados Unidos.
La lógica dicta que si algo funciona, no lo toques. Pero en la Oficina Oval, parece que la estrategia es otra: sacudir la estabilidad económica regional con tal de ejercer presión y lograr un objetivo personal.
He entrevistado a múltiples expertos en el tema y el consenso es claro; esta es una mala decisión que afectará a todos, pero México será el más golpeado.
Quizá por eso la presidenta Claudia Sheinbaum ha decidido mantener el decoro y no caer en la provocación de Trump. Es como si entendiera perfectamente el juego de su vecino y, con mayor astucia, lograra ganar haciéndole creer que fue al contrario.
En los últimos días, Trump ha dejado claro que le gusta tener el control de todo; la economía trinacional, la política exterior, incluso la narrativa de quién cede ante quién. Pero, en el fondo, como empresario, tiene que saber que desestabilizar económicamente la región no es una jugada sensata.
Si nos enfocamos en el socio comercial más importante de Estados Unidos, México, las cifras hablan por sí solas. Según la Secretaría de Economía mexicana, solo en noviembre de 2024, el comercio de partes y accesorios de vehículos automotores entre ambos países fue clave. México exportó a Estados Unidos productos por un valor de 3,056 millones de dólares, mientras que importó 1,473 millones de dólares en autopartes estadounidenses.
Y si ponemos la lupa en esta industria en particular, es evidente que pudo haber sido el freno de mano (valga la redundancia) que hizo que Trump recapacitara.
Previo a la llamada "cordial" entre Sheinbaum y Trump, como ambos la calificaron, lo único que quedaba fuera de la imposición arancelaria eran los automóviles y no es casualidad.
Desestabilizar una industria que ha operado bajo esta dinámica por más de tres décadas habría sido una hecatombe económica asegurada. ¿Jugada estratégica o una rectificación tardía? Lo que queda claro es que en este ajedrez comercial, cada movimiento tiene consecuencias que van mucho más allá de un simple arrebato político.
Por ahora, los aranceles siguen en el aire, como una moneda lanzada al azar por la Casa Blanca. Lo que empezó como un capricho de presión política se ha convertido en una prueba de resistencia para la región.
En este juego de tensiones, Canadá se planta firme, México juega con inteligencia y Trump mueve las piezas con la certeza de que siempre debe llevar la última palabra. Pero más allá de la estrategia y el espectáculo, la realidad es que quienes pagan el precio son los ciudadanos, los empresarios y las economías que dependen de la estabilidad. Al final, esto no es un simple intercambio de lunch en el recreo, es el futuro de millones lo que está en juego.
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